
EPÍLOGO
12 de Noviembre de 2005, Madrid, España
“Inmortal”
Robin Wood se sentó en el sillón de la sala del departamento que alquilaba en el centro de Madrid. Ese día había sido muy agitado pero muy productivo. Terminaba de escribir una larga historia de Dago, el personaje veneciano, que debía entregar a la editorial italiana bien temprano al día siguiente. El escritor no disfrutaba de mirar televisión; la lectura era su pasión, como lo fue desde niño. Cada día recibía en su casa el diario argentino La Nación. Comenzó a leerlo. Desplegó el periódico al azar y se encontró con la lista de los avisos fúnebres. No era habitual que leyera aquella sección, pero no supo por qué comenzó a repasar los nombres.
Cuando lo leyó, un escalofrío lo invadió. Su vista se humedeció. Se puso de pie y volvió a leer el aviso:
“OLIVERA, Ricardo Luis (Lucho), q.e.p.d., falleció el 11-11-2005. - Nippur, Gilgamesh y todos los demás participan la partida de Lucho.”
Robin se estremeció. Sus nervios se tensaron, arrugó el diario entre sus manos. Su amigo estaba muerto. No llegaba a comprenderlo. Miró la noche madrileña a través de la ventana.
Y fue entonces, cuando una nube despejó la luna, que lo comprendió. Una respuesta se le había dado.
Gritó de la alegría.
—¡Hijo de puta…!!! LO CONSEGUISTE… ¡¡¡ LO CONSEGUISTE !!!
Los gritos sobresaltaron a Graciela que entró abruptamente en el living para ver a Robin que, abriendo la ventana, sacaba el cuerpo afuera gritando:
—¡¡¡ URUK TIENE UN NUEVO CENTINELA !!!
FIN
