
Capítulo 6
4º “C”
Abrió el ascensor, salió al pasillo y cerró la puerta. No se veía nada, sólo la tenue luz roja de la tecla para iluminar el corredor. Caminó un paso y la presionó. Click, y la pobre bombilla iluminó mortecinamente ese corto pasillo donde sólo había tres puertas: A, B y C. Se acercó a la C. Buscó las llaves. Abrió la cerradura de abajo y luego la del medio. Empujó y la puerta del 4 C se abrió en el momento en que la luz del pasillo volvía a apagarse para dejar todo a oscuras. “Ya me tiene harta el portero, no hace otra cosa que mirarme el culo” pensó Melina casi en voz alta. Varias veces le pidió que prolongara la iluminación en los pasillos por lo menos veinte segundos más. No sólo Melina, muchos vecinos le reclamaron lo mismo pero el encargado no había movido ni un dedo. “Es un pelotudo” continuó puteando mientras ingresaba a su departamento encendiendo la lámpara del living.
Dejó las llaves y el morral sobre la mesa. Se sentó pesadamente. Había pasado muchas horas de pie y estaba realmente cansada. Agarró el celular. Tenía un par de sms de Mariel. “Apenas puedas llamame, estoy preocupada.” El segundo mensaje levantó el ánimo. “Tenemos las entradas”. Una buena noticia, por fin una buena en un día que resultó ser un fastidio.
Veinte minutos después, ya sentada a la mesa, comenzó su cena básica de hojas verdes y tomate. Llamó a su socia.
—Mariel.
—¡Melina! ¿Estás en tu casa?
—Si, cenando, pero te juro que me iría a dormir ahora mismo.
—¿Estás bien?
—Si, no te preocupes, sólo estoy cansada… me falta dormir… no doy más.
—¿Fue grave? Estuvieron los noticieros todo el día con eso, insoportable, varios muertos… Te estuve por llamar pero ya sabés que no quiero joderte.
Melina hizo una pausa mientras masticaba la rúcula.
—Sorry, estoy cenando.
—Todo bien, pero contame qué pasó.
—Anoche, después de hablar con vos, me llamó Rodrigo y charlamos largo, por eso dormí poco. Me contó detalles de la fuga, muy interesantes…
—¿Qué fuga? Nadie dijo nada sobre una fuga.
—Obvio Mariel, claro que los de la cárcel no dijeron nada. Inventaron eso de que varios quemaron colchones pidiendo cualquier cosa, hasta televisores inventaron, pero no. Taparon la fuga.
—Contame por fa !!!
—Sí, pero silencio. Rodrigo me pidió que no diga nada, lo matan si se enteran que se supo. Los guardias tienen prohibido hablar de lo que pasó. Pero igual, pronto se va saber todo, no hay manera de tapar esto por mucho tiempo. Quizás la policía lo quiera tapar hasta que agarren a los que ayudaron a la fuga.
—Soy una tumba, me conocés.
—Por eso te cuento. Los canales de noticias relataron que ayer a la tarde hubo un motín, que todo el pabellón B se levantó y que agarraron a los guardias como rehenes. Que varios de ellos fueron heridos y mataron a uno. También dijeron que tres presos fueron baleados y uno se quitó la vida quemándose vivo. Bueno, todo esto no es cierto. Escuchá.
Melina hizo una pausa para comer lo que quedaba de su ensalada y luego prosiguió.
—Hubo un plan casi perfecto. En una de las celdas hace rato que estaban haciendo un boquete y nadie se había dado cuenta. Incluso Rodrigo, que varias veces pasó por ahí no se avivó.
—Ah, esperá... me hace acordar a esa película que hacían un túnel y la tapaban con un póster… ¿cómo se llamaba?
—¡¡ Sí !! Tal cual, tal cual… era… era… Sueños de Libertad !!
—Esa, si, que tapaban todo con un poster de Rita Hayworth.
—No creo que esta vez haya sido un poster de la Hayworth, quizás haya sido de Wanda Nara.
Las dos rieron. Melina continuó:
—Ayer a la tarde fue la fuga. Parece que armaron un despelote en otro sector para distracción. Una pelea entre varios, algunas armas blancas, esto pasa seguido. Los guardias se concentraron en el patio y fue entonces que pusieron en marcha el plan. Escaparon cinco por el boquete y salieron por el túnel.
—Pero —interrumpió Mariel—, ¿no está todo rodeado de muros, alambrados… algo?
—Claro, hay cercos perimetrales. Me contó Rodrigo que salieron arrastrándose hasta el primer cerco. Después rompieron los otros tres. Los estaban esperando afuera.
—¿Tan fácil es cortar los cercos?
—Por eso están todos investigados. Se sospecha de muchos agentes que posibilitaron la fuga. Pero no fue sencillo. Todo se complicó porque varios presos aprovecharon el túnel y allá fueron como diez. Aparentemente estos no estaban en el plan de fuga. Muchos se pusieron locos porque todos querían irse y se armó la guerra ahí adentro. Todos contra todos. Mataron a un guardia, y hubo una balacera donde murieron varios. Uno que estaba fuera de control llegó hasta Rodrigo y con una faca tumbera le hizo un tajo en la pierna. Rodrigo, como pudo, se arrastró y pudo zafar. Enseguida lo internaron ahí mismo en el hospital central. Una vez que lo vendaron lo dejaron en observación y me llamó.
—Ya voy entendiendo… Ayer cuando me llamaste me comentaste que estaba ahí en el hospital. Pero, disculpá la pregunta…
—No hay drama, preguntá lo que quieras…
—Rodrigo, ¿está como sospechoso de complicidad?
—De hecho, los treinta agentes que estaban de turno en todo Ezeiza están investigados. Pero sé que él nada tuvo que ver. Me comentó que algunos sospechan de él, diciendo que se hizo herir a propósito… Mirá, yo conozco a varios ahí adentro y señalaría a quienes están metidos en esto… Los conozco muy bien… muy bien…
Mariel trató de calmar a su amiga.
—Seguro que Rodrigo no hizo nada y me juego que hay varios hijos de puta ahí adentro que negocian con los presos. Al final, ¿pudiste dar la clase hoy?
—Las clases no se suspendieron, por suerte. Entrar al penal fue un despelote, mucho caos. Periodistas, familiares, curiosos, un mundo de gente que estuvieron desde bien temprano. Mucho control: a los docentes y personal que teníamos que ingresar nos trataron como VIP, me saco el sombrero. Pero hubo disturbios, y la policía tuvo que reprimir más de la cuenta. Todos pedían la cabeza del director. Me quedé casi todo el día ahí adentro, y después pasé a ver a Rodrigo.
—¿Cómo está?
—Bien, por suerte bien. El tajo no fue profundo y no cortó ningún nervio. La sacó barata, pero va a caminar con muletas por un buen tiempo. Mañana le dan el alta… —pareció respirar bien profundo— y va a estar unos días en su casa.
—Una buena noticia por lo menos —Mariel hizo una pausda—. Melina: te cambio de tema totalmente.
—Sí, dale, te escucho mientras lavo los platos —respondió mientras levantaba la mesa.
—Esta tarde apareció en el kiosco un ser bastante particular preguntando por vos.
Se detuvo. Volvió a sentarse y respondió:
—¿Cómo es eso? ¿Quién…? —preguntó con tono de preocupación. Las últimas cuarenta y ocho horas no habían sido precisamente tranquilas ni rutinarias. El contacto con personas violentas y tensionadas la habían alterado. Todo eso podría haber afectado su labor y quizás por eso, sintió que podría ser desplazada.
—¡Aflojá! No es para ponerse así… —su amiga enseguida trató de calmarla conociendo su vulnerabilidad—, es más… es un tipo muy interesante…
Eso no la calmó y respondió casi con bronca:
—Pero… ¿¡¡Quién…!!?
—Esta tarde apareció en el kiosco un flaco… alto… fachero… pelo enrulado, morocho… de esos que saben vestirse. Y no vino a comprar flores. Te vino a buscar directamente. ¿Lo ubicás?
Melina pensó un par de segundos.
—Dame otra pista, please…
—Periodista.
—¡¡¡Ah…!!! ¡¡¡¡Si, sí !!!! —instantáneamente recordó todo lo de Iván y del mensaje que Mariel le había dejado en el celular— ¡¡Las entradas de Kiss!! Claro, ayer salí corriendo y yo estaba convencida que las había perdido en la calle. Pero ahora que recuerdo bien las había dejado arriba del mostrador.
—¡Correcto! Pero un detalle: no quiso darme las entradas… Se ve que tiene un muy “especial” interés en vos… ¿qué tul?
—Si no me equivoco el flaco se llama Iván… pero no me acuerdo el apellido.
—Iván Ojeda. Licenciado en Comunicación Social. Periodista. Tengo su email y, además, su teléfono…
—Epa nena… ¿cómo sabés tanto de él?
—Se enamoró de mí… —liberó una risa ahogada— No, mentira. Ojalá… Me dio su tarjeta.
—Muy interesante… —Melina estaba otra vez en la cocina comenzando a lavar los platos—. Te pido un favor: ahora tengo las manos con detergente, ¿me pasás sus datos en un mensaje?
—Epa nena —fue Mariel la que imitó con burla a su amiga—, ¿acaso te ha interesado el niño bonito?
—¡De niño no tiene nada!
Las dos rieron y la conversación terminó con un chau hasta mañana. Mientras lavaba la vajilla varios pensamientos cruzaron por Melina. Es verdad, Iván le había agradado físicamente, pero algo plus tenía ese hombre que no pudo definirlo en ese momento. Sabía lo que tenía que hacer: buscar. El mensaje de su amiga demoró un poco más de lo que ella esperaba, pero llegó a tiempo. El agotamiento, que arrastró desde la tarde, se diluyó sin darse cuenta a pesar que todavía no había tomado el café. Comenzó a calentar agua en la pava eléctrica.
Acomodó la notebook en la mesa. Mientras la máquina iniciaba leyó los datos del mensaje que Mariel le enviara una hora antes. Nombre, apellido, profesión, dirección de correo, tenía todo lo que necesitaba para googlear. Tomó el primer sorbo del café soluble selección fina, el que más disfrutaba. Abrió el buscador y tipeó: Iván Ojeda periodista. La respuesta la sorprendió. Muchas páginas hablaban de Ojeda, pero no todos eran de él. Los enlaces referenciaban a otros periodistas homónimos. Acotó la búsqueda a Argentina. De todas maneras, el resultado fue considerable. Supo que Iván era un periodista que trabajaba para un importante periódico. Encontró notas suyas en el diario, leyó varias columnas. Realizaba periodismo de investigación. Notas muy interesantes. Era notorio que Ojeda era uno de los periodistas más destacados en ese medio. Después de leer un par de notas, encontró el blog que estaba buscando: Raros Encuentros.
La adrenalina al leer esos cuentos, esos raros cuentos, la desveló totalmente. Volvió a calentar agua para un nuevo café. Y leyó.
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Las Vidas de Cada Uno
La Nana vive en mi cabeza. Desde que tengo recuerdos, ella usa un desprolijo rodete blanco (como las abuelitas de los cuentos antiguos) y una sonrisa que le ocupa toda la cara... y con muchos pequeños caminitos en su rostro, producto de las carcajadas cotidianas... Interesante, muy pocos se ríen a las carcajadas... pero la Nana sí. Vivo con ella en mí desde toda mi vida, porque su ausencia presente es en realidad una presencia ausente. Así de importante es ella en mí. Y la Nana habla conmigo como siempre, sus reflexiones disfrazadas sus salidas anticipadas la sutil manera de amarme el mimo permanente de su voz...¨POLILLITA!!!! decime qué ves?" o "POLILLITA... por qué se le saldrá tan fácil ese polvito a las alas de las mariposas???" o "POLILLITA, querés que inventemos un cuento???...¨
Nunca supe por qué me puso ese apodo, no le pregunté ni me lo dijo... no era importante. Para la Nana y sólo entre ella y yo, vale el POLILLITA.
Resulta que por esas cosas raras que suceden, nos hicimos amigos con Ramiro, un compañero de trabajo con el que compartimos el gusto por algunas cosas no tan comunes... como correr kilómetros por la costa sin mirarnos siquiera, como sentarnos en la terraza del edificio del diario donde trabajamos a contemplar cómo el sol se hunde lentamente en el río.... o permanecer mudos compartiendo un café, mirando ese gran zoológico humano que es la gente.
Pero lo que me atrajo casi obsesivamente de Ramiro, fue la increíble capacidad de vender lo que sea, todo, cualquier cosa que sale por su boca en palabras, se vende.... y lo más difícil de vender en todo el mundo -y me consta-, es la publicidad. Ramiro vende, y mucho, y le vende a cada uno lo que quiere...aunque sea siempre el mismo producto. Lo volví loco durante años porque se negaba sistemáticamente a decirme cómo hacía para saber qué quería el potencial cliente. Ya sé que hay muchas deducciones/evaluaciones previas de la persona con la que entablás una relación comercial...pero en Ramiro había algo más. Y por eso lo volví loco a preguntas, todos los días...
Hasta que durante una charla de sobremesa, con exquisito tinto mediante...una noche decidió responderme, pero lo hizo a su manera: con un cuento... y una condición, QUE NUNCA NUNCANUNCA VOLVIERA A PREGUNTARLE NADA AL RESPECTO!!! Cosa que me intrigó aún más.
—....yyyyy sí! Te das cuenta, cuando los ves venir ya te das cuenta... es la mirada, es cómo se mueven, pero fundamentalmente es la actitud. Te diría que es cómo lo llevan. No es fácil cargar con la propia historia. Además, la mayoría la carga "desorganizada", por decirlo de algún modo... Cuando miro a los otros, veo su halo en primera instancia, y ahítenés el primer dato: el color, el contorno, la densidad, la transparencia... Pero - aunque no los vea-, físicamente los percibo, y prestando un poco de atención obtengo los mismos datos...
—Y digo yo, los ves a todos automáticamente...o podés...
—A veces elijo, a veces no.... y generalmente es automático. Después de tantos años, ni me doy cuenta... Pero ahora que lo pienso, sí: los veo siempre... lo que pasa es ya no me llama la atención! Al principio fue una tortura... cruzarme con alguien en un lugar público y "ver" su vida entera sin poder evitarlo... ni te digo lo que eran los lugares con mucha gente: me aturdía un griterío sin voces, una invasión de imágenes desordenadas superpuestas desquiciadas... hasta que aprendí a controlarme yo, no a lo que veía, y empezó a ser más fácil mi vida en sociedad. Más tarde empecé a jugar: me sentaba a tomar un cafecito en un bar –por ejemplo-, y me divertía "leyendo" las vidas de los que tenía cerca...
—¿Y cómo las ves? ¿Del principio al final? ¿O desde ese momento para atrás...??? ¿Es coherente lo que ves? O viene un poco "mezclado"…
—Todo depende de cómo viene la vida actual del sujeto en cuestión...hay mucha gente que no sabe ni dónde está parada! Otros sólo piensan en su tiempo presente...otros van resolviendo problemas de vidas anteriores mientras viven... y los menos, van viviendo lo que viven porque ya tienen sus vidas pasadas archivadas... Aunque quien más quien menos, tiene algún detalle que le da vueltas por la cabeza y que no sabe dónde colocar. Pero respondiendo tu pregunta, en general, los archivos mentales son de tiempo presente hacia atrás...y como te dije POLILLITA...sin preguntas!!!! NUNCA MÁS.
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Se refregó los ojos dando una indudable certeza que tenía que ir a dormir. Entonces respetó su cuerpo: apagó la notebook. Cerró los ojos y esperó que el ruido del ventilador de la computadora se detuviese. En el silencio de la noche y en la oscuridad, la imagen de Iván se le hizo presente en sus pensamientos. “¿Quién sos? ¿Por qué estas escribiendo estos relatos? ¿Qué sabés realmente de nosotros? Misterioso periodista… tengo que verte”.