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Capítulo 1 

 

Un pescador trajo la noticia desde Sifnos


 

Puerto de Merihas, isla Kythnos, mar Egeo, unos 300 años antes de Cristo.

 

El joven llegó corriendo esquivando bultos, saltando maderos, atravesando a toda velocidad varias embarcaciones que estaban construyéndose en aquel astillero.

 

—¡Cosmo! —gritaba mientras corría —¡Cosmo! 

 

El hombre lo escuchó. Dejó la gran tenaza que tenía entre manos, se puso de pié y miró a ese muchacho que llegaba corriendo y gritando su nombre.

 

—Gavrilis, ¡detente! —le dijo Cosmo mientras agarraba con ambos brazos al joven deteniendo su alocada carrera—.  Calma Gavrilis, ¿qué te ocurre?

—Te  buscan en el puerto... 

—¿Quién?

El muchacho respiró hondo antes de responder.

—Un pescador que llegó de la isla de Sifnos. Quiere hablar contigo… 

—¿Desde Sifnos dices? ¿No sabes qué necesita de mí?

—No —suspiró—. Solo quiere verte a ti, y dijo que es importante.

Cosmo aflojó sus brazos soltando al muchacho. Luego regresó donde estaba trabajando y acomodó las herramientas. 

—Hijos, me voy.

—¡Padre! ¿A dónde vas? —le preguntó Akis, su hijo mayor.

De los siete hijos de Cosmo, los cinco  mayores trabajaban con él en el astillero. Akis, con 15 años era el mayor. Luego estaban Manos de 13,  Stylo, 11 años. Y  los gemelos Dionysos y  Kassos de 7 años.

—Akis, continúa y luego vuelve a casa con tus hermanos. Voy al puerto. No me esperen.

Partió velozmente.

 

Mucha gente en el puerto. No había tiempo para perder. Por lo menos Cosmo no quiso demorar ni un segundo en buscar al hombre. De un salto trepó a un barril, del barril subió a unos andamios de madera, llegando hasta lo más alto. Desde ahí veía todo el puerto. Y todos pudieron verlo a él. 

—¡¡¡¡Busco al navegante que llegó de Sifnos!!!!! —gritó a viva voz. Algunos juraron que ese grito llegó hasta la propia isla de Sifnos—. ¿Dónde está?

—¡Cosmo, Cosmo! —le respondió un vecino desde el tumulto—. ¿Ves aquel barco en la punta del espigón?  Se está yendo. ¡Apúrate si quieres hablar con él!

De un solo salto Cosmo llegó al piso y la multitud se abrió paso para dejar libre el corredor que lo llevaría hasta el barco que había llegado de Sifnos.

—¡¡Tú, detente!! —gritaba mientras se acercaba.

El navegante se paró en la popa de su embarcación y vio cómo aquel gran hombre se le acercaba a toda velocidad, corriendo como un galgo tras una liebre.

—¿Tú quién eres? ¿Por qué debo detenerme? 

Cosmo se detuvo al llegar. Desde la escollera le habló al hombre.

—Mi nombre es Cosmo. Soy el hermano de Nikolaos.

El del barco lo entendió enseguida.

—Sube, Cosmo, te estaba esperando.

 

El sol estaba en lo más alto abrasando la cubierta. La brisa del mar apenas atenuaba con su frescor aquel mediodía sofocante en el puerto de Merihas. Los dos hombres se sentaron en las banquetas a la sombra de una lona.

—Mi nombre es Pavlos. ¿Cómo sabes que traigo noticias de Nikolaos?

Cosmo miró a los ojos de Pavlos. Demoró unos segundos antes de responder. 

—Hace una semana mi hermano Nikolaos partió a Sifnos, con su embarcación y cinco tripulantes. Debieron estar de regreso hace dos días. Nikos es el mejor navegante que conozco. Nunca hasta hoy se retrasó más de dos días en retornar. Pavlos, tú vienes desde allá sólo para traerme una noticia. Y no es buena. Díme qué sucedió.

Pavlos se incorporó a buscar agua.

—Tienes razón. No es buena. La barca de Nikolaos… --llenó dos vasos con agua-- se ha hundido… Nikolaos y los cinco tripulantes… ninguno ha sobrevivido —le entregó un vaso a Cosmo--.  Me duele mucho traer esta noticia. 

— No entiendo —Cosmo se rascaba la cabeza—. Nikos era el mejor… ¿Cómo sabes que era él? 

— Él mismo me dijo su nombre. Murió en mis brazos —volvió a sentarse—. Soy pescador, esta es mi barca. Hace dos días, de la nada, se formó una tromba muy violenta. Nadie esperaba eso. El barco de tu hermano tuvo la mala fortuna de estar navegando justo en el recorrido de aquel torbellino. Yo estaba pescando no muy lejos. La tromba se movió exactamente en la ruta de su embarcación. Vi cómo los hombres trataron desesperadamente de salir de ahí, pero el torbellino lo alcanzó. No pudieron escapar. Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Vi como las maderas de la embarcación se desprendieron como las hojas de un árbol y comenzaron a girar las maderas, las velas, los hombres. En menos de un minuto la tromba desapareció. Vi a los hombres caer al mar. Entonces me dirigí hacia el lugar. Cuando llegué, encontré restos de madera, y solamente a dos hombres. Estaban agarrados a una gran viga. Con mi compañero logramos subirlos a mi barco, con gran esfuerzo. Vi la última respiración de uno de estos hombres, que ya no podía ni gritar del dolor. Al otro hombre le faltaba una pierna pero estaba en mejor estado. Perdía mucha sangre, así que logré detener el sangrado con una fuerte atadura. Él mismo supo que se iba a morir de un momento a otro. Entonces me dijo su nombre: Nikolaos. Apenas podía hablar pero entendí cada palabra. Me dijo: Me estoy muriendo.. por favor, avisa en Merihas… que mi hermano Cosmo lo sepa. Y me agregó un pedido especial. Sus últimas palabras fueron: Que Cosmo se lo diga a Zoe, la mujer que amo y amaré por siempre… En tan solo un momento fui testigo de la última respiración de dos hombres.

Pavlos vio los ojos de Cosmo empañarse de lágrimas. Extendió su brazo y lo apoyó en su hombro.

—Siento mucho lo de tu hermano, y lo de toda esa gente.

El hombre del astillero de Merihas carraspeó y habló.

—También siento que hayas tenido que estar ahí y vivir eso. Gracias por venir y contarme esto. Nikos no era hermano de sangre. Pero es como si lo fuera. Con él y su mujer Zoe nos conocemos desde niños. La sangre no importa. Ellos son hermanos míos.

Se puso de pie y miró al mar, hacia la isla de Sifnos.

 

—Siempre serás mi hermano, Niko.

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