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Capítulo 1

Buenos Aires, septiembre 2005

 

 

La Historia según Ariel

 

 

Mientras se dirigía hacia la Facultad de Filosofía y Letras, ni un minuto dejó de pensar en el evento que le esperaba aquel día.  Cuatro veces a la semana realizaba un largo viaje que comenzaba en la vieja estación de trenes de Quilmes para luego seguir en colectivo - a veces recurría al subte para ahorrar tiempo -, hasta llegar a la facultad dependiente de la Universidad de Buenos Aires donde cursaba la  Licenciatura en Historia.  Sus manos estaban frías y húmedas debido al nerviosismo que sentía en todo su cuerpo; nervios que le era imposible controlar.  Pero su ansiedad no era producto de la nueva suplencia que le tocaba realizar en la materia Historia Antigua I al frente de los jóvenes que cursaban el primer año de la carrera.  Eso era algo que a él le fascinaba y lo tranquilizaba en cierta medida.  Enseñar era su vocación y el encanto le provenía de dar cátedra al frente del alumnado, donde su palabra era escuchada atentamente.  El aula era el lugar donde el joven Ariel Felipe Avilar se sentía todopoderoso, un pequeño dios entre cuatro paredes.  Los nervios que Ariel sentía eran causados por el asunto que había programado luego de la clase de historia.  Un encuentro muy largamente esperado por él.  La entrevista al gran y más prolífico escritor de guiones de historietas del planeta: Robin Wood.

Llegó a horario al aula donde los casi cuarenta alumnos aún no se habían acomodado.  Ariel dejó sobre el escritorio lo que traía consigo: un suéter, una carpeta y el primer libro recopilatorio de historietas de Nippur de Lagash, el renombrado “tapa negra”.  Sin esperar a que su auditorio produzca el silencio absoluto comenzó a dar el tema que tenía programado.

—Buen día —dijo mientras se acomodaba en la silla detrás del escritorio.  Juntó sus manos, las estiró hacia delante y retorció los dedos haciendo   crujir los nudillos.  Tal sonido enmudeció al alumnado que comenzó a observarlo atentamente.  Ariel sabía como llamar la atención—. Si algún día están paseando por Londres, no dejen de ir al Museo Británico.  Allí se encuentran las tablillas que narran la Epopeya de Gilgamesh, pero seguro que no van a entender nada de lo que allí está escrito, al menos que entiendan la escritura cuneiforme de los sumerios. Por eso yo estoy aquí, para contarles la historia de la búsqueda del elixir de la vida eterna.

Mientras hablaba, caminaba de un lado a otro.

—Gilgamesh, rey de Uruk, o Erech como está escrito en antiguos documentos, fue un soberano más bien tirano, por no decir un... —miró firme a su público— Un hijo de su madre, ya entienden.  El pobre y sometido pueblo de Uruk, los “urukenses” si quieren llamarlos así, reclamaron a sus dioses que creara un ser que lo derribe—Ariel hizo su primera reflexión—. Miren ustedes, el mundo no cambió para nada.  Esta historia data del tercer milenio antes de Cristo, pero hoy seguimos haciendo lo mismo.  Rezamos para que tal o cual gobernante se muera, ¿no?  Pero la diferencia es que hace cinco mil años los dioses sí escuchaban !!! —broma festejada en parte—. El dios del cielo, llamado Anu escuchó a los quejosos “urukenses” y le dijo a la diosa Ururu que creara un hombre que luche con Gilgamesh. Ururu puso manos a la obra, mejor decir manos en el barro y creó a Enkidú a imagen y semejanza del dios Anu. —Ariel tomó una tiza y escribió la letra B mayúscula con tanto ímpetu que la tiza se quebró. Al profesor se le escapó una puteada—. Disculpen —susurró mientras remarcada la B.

“El dios Anu no debía parecerse mucho a Brad Pitt, ya que Enkidú más bien se parecía a un animal, todo cubierto de pelos pero con una larga cabellera rubia. —Regresó al escritorio y continuó la clase de pie.— Enkidú comenzó a vivir entre los animales y fue un día que un pequeño pastorcillo lo vio y se asustó.   El salvaje Enkidú le había roto todas las trampas que usaba el pastor para cazar a los animales.  Entonces fue corriendo a contarle a su padre, quien lo escuchó y no tuvo mejor idea que ordenarle que vaya a Uruk a contarle a Gilgamesh lo que había visto.  El pastorcillo fue corriendo para ver al rey, que era tratado como un semidiós. A Gilgamesh se le atribuía mitad dios mitad hombre.  En realidad, como dicen las tablillas, un 66,6% dios y un 33,3% hombre. 

Un alumno interrumpió el relato.

—Perdón profesor, pero ¿qué significa la B que escribió?

Ariel Felipe Avilar no perdió la calma, a pesar de que odiaba las interrupciones. Especialmente las que a él le hacían.  Tragó saliva antes de responder.

—Ya les explicaré —siguió con el relato.

—Gilgamesh, luego de escuchar el relato del niño, envió a una prostituta para calmar  a Enkidú —volvió al pizarrón y escribió una M.  Vio que todos los alumnos anotaban la letra en sus apuntes sin saber lo que significaba—. La prostituta se reunió con el salvaje y juntos tuvieron seis días y siete noches del mejor sexo que se pueda imaginar.  Luego de semejante aguante, Enkidú se calmó.  Pero ocurrió una metamorfosis sorprendente: ya no era una bestia salvaje, sino todo un hombre, limpio de pelaje y con inteligencia.

Se acomodó la camisa y continuó con la clase.

—Les voy a explicar qué representan mis anotaciones.  Voy anotando las similitudes que encuentro entre lo que dice la escritura cuneiforme de las tablillas babilónicas con lo escrito en el libro Génesis de la Biblia —se acercó a la letra B escrita en el pizarrón—. Con la B hago referencia al barro, la arcilla.  El Génesis dice claramente que Dios creó a Adán con barro a su imagen y semejanza.  Las tablillas relatan el mismo procedimiento: de cómo la diosa Ururu creó a Enkidú, a semejanza del dios Anu, también con arcilla. —Luego apuntó a la M.— Esta letra representa el papel de la mujer.  Lo siento mucho, pero —carraspeó— el rol de la mujer está representado por la prostituta.  Podemos concluir que el sexo calma a la bestia, y que… ¡hasta le da inteligencia! —Varios murmullos comenzaron a llenar el aula—. La similitud con la Biblia es que Dios, viendo que Adán “no estaba bien solo”, crea a Eva.  Ojo, no confundan… Eva no era puta.

Ariel luego de semejantes observaciones volvió a sentarse en la silla.

—Ya siendo un hombre, Enkidú va a la ciudad de Uruk.  Había escuchado los lamentos de los “urukenses” y quería poner fin a la tiranía de Gilgamesh.  Entretanto, el rey se comunicaba con los dioses en sus sueños. —Se levantó de la silla y en la pizarra garabateó una S.— “Sueños”, una forma habitual que Dios tenía de comunicarse con los hombres, también aparece en las tablillas.   En estos sueños, a Gilgamesh se le dice que va a encontrar a Enkidú y que van a ser grandes amigos.  Pero esta amistad no comenzó de la mejor manera.  Enkidú se enfrentó a Gilgamesh en una terrible lucha.  Según lo que dicen las tablillas, la lucha fue una especie de pelea entre superhéroes de comics, destrozando muros, portones, etcéteras.   Finalmente, el que cayó vencido fue el mismo Gilgamesh y desde ese mismo momento su vida cambió para siempre.   Los dos se convirtieron en amigos inseparables y el rey dejó de cometer todo tipo de barbaridades.

Ariel volvió a su silla.

—Desde ese día los dos juntos formaron una especie de “Liga de la Justicia” —gustaba de hacer comparaciones con los comics—. Combatían todo mal que pusiera en peligro a Uruk.   Uno de los monstruos más peligrosos era el que habitaba en los bosques, al que llamaban Humbaba.   Los ciudadanos trataban de persuadir a Gilgamesh de no luchar contra Humbaba.   Pero él, junto a su inseparable Enkidú, derrotaron al monstruo.  Todo Uruk fue una fiesta.  Gilgamesh, al parecer había llegado muy sucio y se da un baño con todo el jabón.   Fíjense pequeños —solía dirigirse a sus alumnos con tal palabra, a pesar de que Ariel sólo contaba con veintisiete años y estaba aún estudiando la carrera en el último año—, cuán bueno fue el baño que una diosa se enamoró de Gilgamesh y le ofreció matrimonio.   La diosa no era otra que Ishtar, diosa del amor y de la guerra .  Pero el gil de Gilgamesh rechaza la divina proposición.

Volvió a mirar el reloj, la cuenta regresiva había comenzado.

—Disculpen, pero voy a ser un poco más concreto.  —Tomó aire y continuó—. Ishtar estaba tan furiosa que le pide al dios Anu que mande a la tierra un toro salvaje para que destruya a Gilgamesh.   Pero, otra vez, nuestros superhéroes derrotan al toro.  Ishtar estaba que explotaba de ira y los dioses se reúnen en una especie de “asamblea extraordinaria” y deciden castigar a nuestros personajes.   La resolución celestial sentenció matar a Enkidú y absolver a Gilgamesh.  Cuando su amigo muere  producto de una terrible enfermedad, Gilgamesh cae en la desesperación.   Luego de llorarlo comienza a temer por su vida.  Y, pequeños, es aquí donde comienza la búsqueda de la inmortalidad.

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