
Capítulo 33
“Vuelo hacia el propio nido”
El Sessna 182RG sobrevolaba el tapiz verde de Yucatán. El aerotaxi despegó desde el pequeño aeropuerto de Chichén Itzá con destino final Mérida, llevando un único pasajero. Umberto Vissi no debía perder tiempo. Mientras la selva y las ruinas perdidas de ciudades mayas se deslizaban miles de metros debajo, el canoso hombre cerró sus ojos. Las imágenes de cuatro horas antes volvieron a su mente como reproduciendo un video tape.
Base de la pequeña pirámide. Apunta con el arma a Lucho Olivera. Le ordena que recoja las láminas de la historieta que estaba leyendo. El artista se sobresalta y cumple su orden de inmediato. Deja de mirar a Olivera un instante para observar que no haya nadie y, con impunidad, poder matarlo. Todo es tan rápido que no se percata del movimiento de Olivera, que arruga la hoja que tenía entre las manos y la esconde debajo de su cuerpo. Lo va a matar cuando la voz chillona de Natalia frena el intento asesino.
Lo había visualizado con claridad, llevando a su memoria lo que tenía almacenado en el plano inconciente. Lucho Olivera le había arrebatado delante suyo la página con los datos que seguramente describía el lugar exacto del planeta en donde ubicar al Centinela. El destino era caprichoso. Una vez más, el artista lo había engañado. Una vez más, debía atraparlo, pero en su propio nido.
Abrió los ojos. El movimiento lo sacó de trance. La avioneta comenzó a descender buscando la pista del aeropuerto internacional de Mérida.
La empleada de American Airlanes lo saludó cordialmente. Umberto Vissi no. Apoyó con violencia sus manos sobre el mostrador, produciendo un ruido que tronó en todo el salón. La recepcionista no se inquietó.
—Ya. Un pasaje para Buenos Aires —ordenó.
—Un vuelo sale en media hora. Hace escala en Santiago de Chile. Tiene usted mucha suerte —no debería, pensó la empleada—. Queda un solo pasaje. ¿Me permite su pasaporte, por favor?