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Capítulo 7

 

“La vajilla sin lavar”

 

 

El despabilado sol del nuevo día comenzó poco a poco a iluminar el departamento.   La luz de la cocina aún alumbraba el plato sucio de la cena dentro de la bacha junto al resto de la vajilla.   El dormitorio ponía en  evidencia  que nadie había dormido en la cama durante la noche.   La sala principal, que ejercía de living, comedor, sala de estudio y escritorio, también seguía iluminada con la única bombilla eléctrica que colgaba del cielo raso.   En la silla, delante de la computadora personal, que también continuaba encendida, Ariel dormía sentado con la cabeza apoyada en los brazos, recostado sobre el escritorio.   El reloj digital cambió de hora, señalando las 7:00 AM. Lo que lo despertó en forma repentina no fue la alarma del reloj, sino la melodía chirriante de “Adiós Nonino” que sonaba en su celular.   Aquél ringtone anunciaba un llamado de voz.   Ariel miró la hora a través de sus ojos aún borrosos de un sueño mal dormido y supo quien lo estaba llamando.  No podía ser otra persona en el mundo que lo reclamara a esa hora de la mañana.

—Hola vieja —contestó con la intratable voz  de quien acaba de despertarse.

—Nene, ¿te quedaste dormido? —replicó su madre del otro lado.

Nilda Alicia Malvina García de Avilar, su mamá, no dejaba de saludarlo todos los días, siempre a la misma hora desde que su hijo había decidido vivir solo.   Según Ariel, él se emancipó de la casa de sus padres cuatro años atrás.   Según su madre, habían transcurrido tres años, ocho meses y catorce días.

—Sí... si... me quedé frito —contestó mientras refregaba sus ojos para comenzar a ver con claridad.   La madre largó su continuo cacareo, mientras Ariel se ponía de pie para apagar las luces e ir hacia el baño.    El celular sujeto entre el hombro derecho y la cabeza le permitió tener las manos libres para orinar de pie.

—O.k. viejita, no te preocupés, voy a tratar de hacerlo hoy mismo, sino te aviso.   Te tengo que dejar porque se me hace tarde para llegar a la facu —subió el cierre de la bragueta.  —No... nada, yo también te quiero, chau.

Volvió a la sala corriendo para ver en su computadora si durante la noche aquel misterioso anónimo había contestado sus inquietudes.   Verificó el correo electrónico, pero su casilla en hotmail no había recibido mensajes.

 

         Siete horas atrás, luego de leer el mensaje de texto de su celular, conectó su computadora que había apagado minutos antes.    El texto provenía, no de una línea telefónica, sino desde una dirección de e-mail. “Hacha de doble filo”, pensó, “a este tipo le gustan las armas”.   Muy intrigado con el mensaje en su teléfono e incluso más enfadado por el anonimato de quien lo había mandado, le escribió un mail.

 

Para:      hachadedoblefilo @ msn.com

Asunto: NIPPUR DE LAGASH

Mensaje: PRIMERO DE TODO DECIME QUIEN SOS.   YO HABLO DE FRENTE Y NO ME OCULTO.   SOLO LOS ROEDORES LO HACEN.   POR ESO, NO SEAS RATA Y DA LA CARA.   SEGUNDO, ¿CÓMO SABÉS QUE LUCHO OLIVERA TIENE UNA HISTORIETA DE NIPPUR QUE NO QUISO PUBLICAR? TERCERO, ¿TENÉS UNA COPIA PARA DÁRMELA?   CUARTO,  CONTESTÁ PRONTO QUE YA ES MUY TARDE.

   AFA.

 

Hizo clic con el mouse en el botón de “Enviar”.   Antes de aguardar alguna respuesta, volvió a redactar otro correo.

 

Para:      hachadedoblefilo @ msn.com

Asunto: NIPPUR DE LAGASH

Mensaje: QUINTO:  ¿QUÉ PRETENDÉS DE MI A CAMBIO DE LA  COPIA DE  LA  HISTORIETA?.   SEXTO: SI ME CONOCÉS (POR ALGO TENÉS MI NUMERO DE TELÉFONO), SABES QUE NO SOY UN TIPO CON EL “SÍ” FÁCIL. SEPTIMO: CONTESTÁ YA.

 

Envió el segundo mensaje, y antes que la pantalla de su vieja y lenta pc volviera a actualizarse, se preparó para escribir un tercer texto.

 

Para:      hachadedoblefilo @ msn.com

Asunto: NIPPUR DE LAGASH

Mensaje: OCTAVO:  PERO SABES QUE SI SE TRATA  DE HISTORIETAS DE NIPPUR NO VOY A SER TAN INTRANSIGENTE.   NOVENO:  ESTOY ESPERANDO RESPUESTA INMEDIATA, AL MAIL O AL CELULAR..

AFA.

 

No escribió nada más.   Esperó que le llegara un mail, pero cada vez que refrescaba la pantalla nada nuevo aparecía.  Su celular no entonaba melodías en formato midi.    Cruzó los brazos, los apoyó sobre el escritorio y se quedó dormido.

 

 

Antes de dejar el departamento -los platos sucios aguardarían hasta la noche en la pileta- se conectó a su sitio web y sonrió al ver  publicado el reportaje a  Robin Wood.   Eduardo Carasi había cumplido de maravillas con la velocidad que le había pedido.   Tomó sus libros de estudio, las copias escaneadas con los dibujos de la escritura cuneiforme y su celular.   Mientras giraba la llave pensó que en cualquier momento podría tener una respuesta del misterioso personaje escondido detrás del Hacha de Doble Filo.

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